Hotel muy agradable, acogedor, situado a 5 minutos de la ribera, y a 3 del Palacio de la Bolsa. Muy limpio, la ropa de cama blanca y muy agradable al tacto. Aunque el desayuno es un poco escaso, el bizcocho que nos sirvieron el sábado y domingo estaba espectacular, no tiene mucha importancia ya que la comida en oporto es excelente. El trato fue familiar, y muy agradable por parte de Guilherme. Volverremos.