Hotel que necesita una reforma integral de las instalaciones y de su personal.
La decoración es apta para amantes de lo kitsch y de lo rancio, aderezado con naftalina. Es como si el propio Beethoven hubiera estado ahí.
Nos dieron una habitación pequeña, donde la única luz que funcionaba era una lamparita led cuya pantalla estaba rota y colgaba del brazo. Decoración a tono con el resto del hotel: plástico y muebles de estilo ecléctico y procedencia diversa.
La cama era incómoda pues el colchón, además de blando, era muy delgado, como una colchoneta.
Por fortuna la habitación estaba limpia y el Wifi funcionaba.
Como en el comedor, que era también la recepción, había un ordenador con impresora, decidí usarlo para imprimir las reservas de nuestros siguientes destinos. No sé si estaba configurada ya que no conseguí imprimir. Intenté pedir ayuda al señor que estaba en el mostrador de la recepción y lo único que me dijo es que solo hablaba alemán. Además, estaba cenando con toda la vajilla y la comida repartida por todo el mostrador.