Hotel céntrico, al lado boca parada metro octogon, tranvía. Cuando llegamos a recepción nos facilitaron tarjeta de habitación, la 317, con vistas a un patio interior donde están las máquinas y había dos hombres haciendo obras. La personal de recepción no nos dió información NINGUNA de cómo utilizar los medios de transportes públicos ( hemos descubierto por nosotros mismos que son los mejores)ni restaurantes recomendables,NADA.
La habitación nos han cambiado diariamente las papeleras, pero hay polvo en la rejilla del toallero y azulejos cercanos al grifo ducha con moho en la lechada (mortero).
La limpieza en el ascensor no se nota, ni en la planta de abajo pasillo ascensores.
Desayuno, no están pendiente de que se está acabando y reponer,hay que ir a decírselo. El ultimo día desde las 09:40 se acabó un pequeño pastel que ponen y no repusieron,siendo las 10:00 la hora de cierre del desayuno. El café de máquina no está bueno, el capuchino crema imposible de tomar de la cantidad de azúcar que lleva. No variedad de fruta, un día manzana,otro gajos naranja,.... Hay variedades de té con y sin teina. Lo que nos gustó mucho fueron unas bolas de pollo rellenas queso, aparentan ser ,igual que albondigas, de no ser caseras,por su aspecto y sabor.
Ponen tres variedades de panes, me gustó el de cereales. Variedad de mermeladas.