Lo que más me gustó fue su ubicación, a 10 minutos andando de la catedral y que está rodeado de restaurantes y cafés. Además, en el hotel tuvieron el detalle de guardarnos el equipaje y esperarnos (a cambio de 10 euros la hora) después de las 12 de la noche (la recepción solo está operativa hasta esa hora).
Lo que menos me gustó (estuvimos 5 noches) es que nos hubiesen asignado un apartamento sin cocina (había un "amago de cocina" en un dormitorio que incluía un mini frigorífico, un microondas, una cafetera, algo de menaje y poco más). Por la distribución del apartamento, hacía imposible preparar nada allí (no había ni mesa para comer si se diese el caso ni zona para lavar los platos, habría que hacerlo en el baño) y además al ir con niños, este factor nos dificultó la estancia, tuvimos que hacer todas las comidas fuera.
Por otra parte, a pesar de haber ido en mayo, hacía muchísimo frío y no nos indicaron como encender la calefacción. No nos cambiaron las toallas en todos esos días.