Praga es una ciudad bellísima aunque los praguenses no lo son tanto. El principal problema me parece que es el idioma, ya que muy pocas personas hablan inglés y eso dificulta la comunicación. El recepcionista que nos hizo el check in, no hablaba casi nada de inglés y tampoco se esforzó por darnos información básica, como por ejemplo, clave de wifi, avisarnos que teníamos que dejar un depósito para que nos den la llave de la caja de seguridad y otro para que nos den el secador de pelo... Para cada cosa, teníamos que bajar (por escalera, porque el ascensor empieza en el primer piso) y preguntarle... El desayuno no estaba mal, pero no era excelente, el termo de café se terminaba muy rápido y no se le podíamos pedir nada a las empleadas, porque no sabían una sola palabra de inglés. La limpieza del cuarto era buena y la ubicación del hotel también, en Mala Strana, a pocas cuadras del Puente de Carlos. Comparado con hoteles de otras ciudades de Europa, el hotel es anticuado. Pero Praga compensa con su belleza cualquier incoveniente.