Es un hotel correcto, sin grandes lujos y con el mobiliario un poco anticuado pero esa es la tónica habitual en el centro de Roma. El personal de recepción fue muy amable y entiende perfectamente el español.
El desayuno está muy bien, es del estilo que nos gusta en España con cafés o cacaos, bollería, zumos, tostadas, galletas, cereales, yogures, también había margarina, mermelada, queso y jamón york. Todo en abundancia y se podía repetir cuantas veces quisieras.