Llegamos el 31 de diciembre y la única opción de cena era un evento costosísimo y sin opciones vegetarianas, como necesitábamos. Compramos comida hecha y después de la intervención de la mejor persona del hotel, Evangelina, logramos que nos permitieran recibir el año en el área de piscina, sin gente y con tranquilidad. Éramos dos parejas que nos alojamos dos noches. Mi esposo y yo nos alojamos una tercera noche y como la reserva estaba hecha con otra plataforma, nos obligaron a cambiar de habitación en plena estación baja. El desayuno no es gran cosa y no hay baño en la recepción. Los empleados son rígidos y poco dispuestos a la ayuda al cliente. La provincia merece una visita por sus paisajes, aunque ni la ciudad ni el hotel lo ameriten.