Probablemente lo mejor del hotel sea su ubicación, en el centro de lo que era el Berlín Occidental: está al lado del zoo, del Tiergarten o Kurfürstendamm, una de las principales zonas comerciales de la ciudad (centros comerciales, mercadillos, lugares para comer ... y una tienda de Lego al lado que disfrutarán los que vayan con niños); también tiene muy cerca paradas del metro, autobus y estación de ferrocarril que te dejan a quince minutos del Reichstag o la puerta de Brandenburgo (más que el metro, es preferible usar el autobus, línea 100), aún así, está en una calle bastante tranquila.
El hotel en sí es pequeño, un edificio un poco viejo (sí le hacía falta un arreglo en puertas, ventanas, etc.) pero que hace el avío. La principal pega para nosotros fue la comodidad de las camas, con unas almohadas que son más cojines que otra cosa (salimos los dos con dolor de espalda).
Tampoco merece la pena pagar por el desayuno buffet, a la vuelta de la esquina tienes varias cafeterías que te ofrecen mejor servicio por un precio similar o más barato.