Celia nos atendió como si fuéramos de la familia, desde el principio. Nos dio una habitación muy cómoda y tranquila. Es un edificio histórico, ideal para sentirse un auténtico conde. El almuerzo con zumo de naranja natural, dulces, fruta... Y muy fresquito en las antiguas cuadras, muy adaptadas a la actualidad. Tiene un pequeño jardín y un patio interior donde charlar y estar tranquilo. También otras estancias como la biblioteca. Nuestra habitación tenía una cama extra grande y bañera. En definitiva, un auténtico lujo dormir rodeado de historia viva, pero con la comodidad que pedimos ahora. Por otra parte, está muy céntrico. Con dos restaurantes justo delante, tienda al lado, museos... No hace falta coger el coche y no tuvimos problema en para aparcar.