La experiencia en este hotel ha sido extraordinaria. Nos alojamos en la segunda planta, que según la chica de recepción, había sido renovada por completo. El hotel se encuentra en un inmueble antiguo en pleno centro de Roma. La ubicación es perfecta, porque está cerca de todo y se puede visitar toda la ciudad a pie. Solo cogimos el metro una vez. Además, da a una calle en la que no hay tráfico.
El hotel tiene mucho encanto, porque es muy familiar. Las habitaciones son amplias y cómodas, cada una está decorada de una forma.
El desayuno incluido se toma en una cafetería detrás del hotel, no el propio hotel. Es un desayuno sencillo con zumo, algo caliente y un croissant, nada del otro mundo, pero no está mal. Lo único "mejorable" de este hotel es que necesitaría un comedor.
En nuestra planta había una terracita muy agradable donde podías comer y cenar si comprabas tu comida. El hotel proporciona tostadora, hornillo, cubiertos, plantos, vasos e incluso, cerveza, infusiones, y por las tardes, algo dulce para picar. Algo que no había visto en otro sitio y que me parece todo un detallazo, sin pagar nada.
La limpieza es excepcional. El personal, atento y amable, nos explicaron qué sitios visitar en Roma sobre un mapa nada más llegar, nos mostraron las habitaciones, nos explicaron todo.
A la hora de coger el avión, incluso se encargaron de llamarnos un taxi para que estuviese a su hora en la puerta del hotel.
En fin, muy buena experiencia y recomendaría este hotel sin duda