Un calor sofocante con un ventilador de techo que no sirvió de nada. Si habrías las ventanas tampoco podías dormir porque en la plaza que había bajo la ventaba hubo un jaleo hasta las tres y media de la mañana. Las cortinas tenía agujeros en los que cabía mi cabeza. La persiana, o se subía del todo o se dejaba cerrada, porque no se aguantaba a la mitad. La bañera del WC al lado de nuestra habitación era la que usaron para rodar Psicosis. Desconchada por todos lados y con mala pinta. Uno de los dueños era simpático y servicial, el otro, nos hizo recoger la mesa y llevarlo todo a la cocina. No había ningún cartel diciendo que esta fuese la norma de la casa. Él, mientras, estaba de brazos cruzados sin hacer nada. Hasta en la peor taberna te recogen los vasos de la mesa. Y no es que hubiesemos dejado la mesa hecha un asco. Cada uno de nosotros había agrupado su plato, su taza y la basura añadida. Además, el modo de decírnoslo fue parando a mi hija de 14 años cuando salíamos del hotel, en vez de dirigirse a mi, que había pasado unos segundos antes por delante, y me había despedido.
En resumen. Mala calidad precio, 66 euros la habitación triple con desayuno. En el viaje que hicimos encontramos hoteles de tres estrellas en Francia e Italia por ese precio, para una pensión íncomoda por el calor y el ruido, en un edificio viejo y con material en mal estado y encima que te tengas que recoger hasta el desayuno.
Lo único bueno, que está centrico y la atención del otro dueño, muy majo.