El hotel es sencillo, con buena calefacción, buenas camas y buena ducha. Indispensable para cuando llegas agotado de tanta excursión. Está ubicado a 7 cuadras del centro, en una zona muy tranquila. El descanso es formidable. El desayuno correcto. Si bien se repitió todos los días lo mismo (fiambre, frutas, masitas, medias lunas, pan, cereales, yogurt) yo no me moví de las tostadas, porque el pan en el calafate es MORTAL (supongo que será por el agua). Agradezco la amabilidad y asesoramiento de Bárbara y Martín, quienes nos orientaron y nos atendieron bárbaro durante nuestra estadía. Sin duda, volveremos.