Me hospedé en este establecimiento porque encontré una muy buena oferta con anticipación. Viajé solo y mi experiencia ha sido mixta. En realidad del establecimiento como local no tengo queja alguna. Una casa señorial, en pleno Gran Canal, con una localización bien conectada no solo los taxis acuáticos pueden hacer parada allí mismo en su atracadero, sino que hay una parada del vaporetto a apenas unos 3 minutos andando. El lugar muy agradable, confortable, bien equipado y acondicionado para funcionar como hotel. La habitación aunque era compacta sobraba espacio para ser de carácter indivividual, estaba perfectamente bien equipada y con mas de las amenidades necesarias sobre todo en el baño. Limpio y acogedor. Una cortesía de una botella de espumante y cacahuates me esperaba a mi vuelta la primera noche. Ahora bien todo lo anterior se vio empañado por la actitud del joven Bell boy que ha tenido quizá de las actitudes mas inapropiadas en mi larga historial como huésped y fue la de conducirme sin miramientos por las instalaciones del hotel para llegar a mi habitación mientras jugueteaba con mi pequeña maleta. Literalmente iba de 3 en tres por las escaleras sin medir que tras él iba un adulto próximo a los 50 años por 3 pisos de la casa y pasillos, ni siquiera pareció molestarse si le seguía y pienso que por un momento se pensó solo porque no concibo que haya andado así en su trabajo de llevar a la habitación a un huésped. Imperdonable, Debí quejarme allá, pero estaba furioso!